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“El Conde” (2023) de Pablo Larraín.

En una interesante sátira de humor negro, Pablo Larraín crea un mundo paralelo, utilizando los códigos del terror para proponer una nueva lectura del trauma colectivo de la dictadura. Con un elenco notable que incluye a Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Antonia Zegers, Amparo Noguera, Alfredo Castro, Paula Luchsinger y Catalina Guerra, la película se estrenará el 15 de septiembre por Netflix. Retrata a Augusto Pinochet como un vampiro que ha dejado de sentir las ganas por vivir (y matar) que lo han mantenido vivo por 250 años. Así, Larraín trae a la escena el fantasma del dictador que controló el destino y la vida de todo un país por más de diecisiete años. El vampiro, este ser sediento de sangre, aparece como una referencia mordaz a la voracidad y la banalidad del mal. Para sostenerse en la existencia (léase, en el poder), este Conde está dispuesto a extraer cualquier propiedad vital del objeto, a consumir la sangre misma de los otros, situándose por encima de la ley y poniéndose a sí mismo como referente histórico y moral. La ley de la guerra, la legislación por decreto y la constitución impuesta para borrar la potencia de la democracia, establecieron un lugar por encima de la ley para él y los suyos, como hace todo dictador. Esta sátira puede considerarse, entonces, un intento de juicio póstumo y público para exorcizar lo que nunca llegó ante tribunales.


“Yo no quiero vivir 250 años más. Porque me trataron de ladrón. A un soldado se le puede decir que es un asesino, pero no que es un ladrón”, dice el Conde. Esta frase remite a la teoría de la guerra sucia que permitió justificar la detención, la tortura, la privación de libertad y la ejecución sumaria de miles de chilenos. Conozco a muchos que, efectivamente, no pudieron tolerar esa frontera última: que Augusto Pinochet y Lucía Hiriart hubieran sido capaces de enriquecerse ilícitamente. Se destruía, pues, el mito de la “dictablanda”, de esa dictadura que fue distinta de las otras dictaduras latinoamericanas. Revelaba, también, la profunda escisión que este país vive desde los inicios de la Unidad Popular: hay buenos, hay malos y hay clara diferencia entre ambos. Los malos podrían aniquilarse, destruirse por cualquier medio disponible, y los buenos estaban libres de toda mácula y reproche.


En el trailer, vemos una escena notable en que en la mesa familiar, el Conde reconoce haber cometido errores; tras una tensa pausa, aclara “errores de contabilidad”. Esos errores de contabilidad impactaron a muchas familias de derecha (como la mía), que le atribuían probidad al dictador. Ahí yace uno de los horrores más aberrantes de quienes aún defienden el Golpe de Estado y la dictadura cívico-militar de Pinochet: la existencia de planes sistemáticos para obtener beneficios mal habidos, para robar y para asegurarse el poder económico, les horroriza más que los planes sistemáticos para deshacerse de los malos.


Este vampiro se alimenta del elemento vital, léase, de la subjetividad y la vida psíquica de un país entero, expoliando de noche la libertad y hasta los sueños, restringiendo el pensamiento y la creatividad a niveles inconcebibles. A pocos días de los cincuenta años del Golpe de Estado de 1973, esta sátira nos enfrenta a la verdad vampiresca del trauma colectivo: un relato fragmentario y atrapado en el drama cotidiano de la escisión y del ataque al pensamiento. Más que fondos mal habidos, esa es la naturaleza del robo que objeta el Conde: un militar puede ser llamado asesino, porque el asesinato es un logro, un éxito. El robo, el secuestro permanente, son sólo fracasos, intentos fallidos de hacer desaparecer, pues no eliminan lo subversivo que pretendía sustraerse de la consciencia y de la vida, y que retorna, esquivo, en los intersticios.


¿Podremos reírnos, alguna vez, de Pinochet? El gran Mel Brooks dijo una vez, en una entrevista en Spiegel International: “But by using the medium of comedy, we can try to rob Hitler of his posthumous power and myth”. Sin desatender el horror y la impunidad, deposito la confianza en que esta película contribuirá a desmitificar a esos seres sedientos de sangre, poder y dinero que se encarnan en “El Conde”.

Ps.Alex Keith Paz

Analista en Formación APSAN



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