Se entiende por “Revolución Moderna” aquel movimiento que, impulsado por una ideología y líderes, conduce a la masa a ejecutar un cambio en la estructura del poder. Dentro de este marco, las revueltas son consideradas como movimientos de masa pre-políticos. Ahora bien, las revueltas acontecidas desde el 2011 hasta la fecha parecen no ajustarse a estas definiciones. No poseen líderes ni héroes, son post ideológicas y no están representadas por facciones políticas. Son movimientos civiles fundamentalmente pacíficos. Si los gobiernos no escuchan las voces que se levantan y las intentan apagar a través de la represión, estos inmediatamente se prenden con más fuerza. Dentro de estos, están la “Primavera Árabe”, el 15 M en España, el Occupy Wall Street durante el año 2011 y el movimiento “Metoo” en el año 2017 con que el feminismo vuelve a tomar legitimidad. Desde el año 2019 se reinician estos movimientos en varias partes del mundo. Actualmente en EEUU: “No puedo Respirar”, en Chile: “Chile despertó”.
El cuestionamiento a lo que se ha entendido como “Democracia” ha tomado fuerza. Los discursos en estas revueltas impugnan la segregación, el patriarcado, la corrupción de los sistemas de poder que privilegian a sectores de la población, el racismo. El “despertar” podría examinarse a través del planteamiento de Christopher Bollas, “lo sabido no pensado” que a partir de la Revuelta permite “pensar lo que sabemos”: la democracia no ha llegado y más bien ha demostrado ser incompatible con el sistema capitalista neoliberal. Sólo recordar que el capitalismo global y la división del trabajo se han distribuido respetando las estructuras étnico-raciales y las de género/sexualidad que existían ya desde el sistema patriarcal que representó el imperialismo y la colonización.
En Chile “dormimos” con la esperanza de que la indignidad y la desigualdad fuesen sólo un problema económico y que llegaría naturalmente a desaparecer a través de alcanzar la “democracia” y “el desarrollo”. “Dormimos” bajo el discurso de “la paz” y “las mesas de diálogo” que se inauguran en los 90 en todo el mundo tras la caída del muro de Berlín y la descomposición de la URSS. En octubre del 2019 “despertó la historia” en Chile. Una “revuelta histórica”, como la define Alain Badiou, se inició cuando un estudiante salta sobre el torniquete del metro. Vamos a jugar con la idea de que este estudiante “salta el muro” que divide la sociedad chilena entre los que poseen dignidad y los que habitan sólo en su falta. No necesita destruir el torniquete, sólo necesita “saltarlo”. Un muro hecho de miradas silenciosas, un racismo solapado entendido como un clasismo que divide el espacio imaginario entre chilenos de una especie y otros de otra. Un salto que busca anular la división entre los compartimentos en los que algunos aprendieron a “quedarse en su lugar”. A través de ese salto, que implicó romper la inmovilidad, se propaga un “despertar”. En esta revuelta se tomó el espacio público junto con la plaza central de la ciudad, que rápidamente se renombró como la “Plaza Dignidad”.
La dignidad no es algo cuantificable que se compre. La plaza representa la vida en común sin fronteras e identidades. El muro que segrega no cae porque se destruye o lo destruyen los sometidos, sino porque esa realidad queda obsoleta como discurso válido para representar la realidad. Con cada revuelta el pueblo construye una parte de este nuevo paradigma que parece estar cada vez más internalizado. Los ciudadanos simplemente tienen derecho a actuar como ciudadanos, quienes desmarcándose de la definición de terroristas o delincuentes, recolocan la agresión en el sistema de gobierno, es decir, en la condición de “sistema” que implica un gobierno. Este discurso se está legitimando por fuera de los paradigmas políticos dominantes, se construye desde las bases y parece funcionar como la construcción gradual de una Constitución de facto, que fuerza los límites de lo que debe inspirar la ley del pueblo y la democracia. La tendencia mundial a la promulgación de leyes particulares que obligan al reconocimiento de la diversidad de género y sexual, así como la condena a los abusos sexuales que se levantó a partir de las protestas del “Metoo” se podrían comprender como un ejemplo de cambios políticos que surgen a partir del movimiento de masas. Recogiendo una frase escrita en las paredes de El Cairo, que Samir Amin destaca: “la revolución no cambió al régimen, pero ha cambiado al pueblo”
Para Winnicott la protesta contra el hecho de ser forzado a vivir una vida falsa se puede detectar desde las etapas más tempranas. Si bien el self falso busca adaptarse al ambiente, su objetivo está en encontrar las condiciones para que el self verdadero se exprese. Si esas condiciones no existen para defender al self verdadero de la explotación, el resultado clínico será el suicidio. En este contexto, el suicidio es la destrucción del self total como única defensa contra la traición al ser verdadero. Es interesante la propuesta de Judith Butler cuando enfatiza que el objetivo de hoy no es descubrir lo que somos, sino rehusar lo que somos para lograr, saliendo de la simultánea individualización y totalización por parte de las estructuras modernas de poder, imaginar y desarrollar lo que podríamos ser. Lo que caracterizaría a la Revuelta podría ser no solo una idea sino la potencia de una imaginación colectiva de la masa que, sin pertenecerle a nadie, restablece un medio común a través del cual esta clase de imaginación cancela la existencia del sujeto individual y de su lugar en las estructuras de poder.
Y luego la Pandemia. ¿Qué muros contienen la pandemia? Ninguno. Esta pandemia en curso es la máxima exponente de la interdependencia que hoy existe entre todos los seres humanos. Algo que otras pandemias no lograban porque la interconexión global no existía de este modo. Actualmente lo que le sucede a uno le sucede a todos y esto puede darse también de la peor forma, es decir, el que golpee con fuerza a los más vulnerables nos golpea a todos. En definitiva, pienso que tenemos por delante el desafío de construir un mundo con conciencia de esta interdependencia. Creo que lo que sucederá en Chile con la Revuelta, luego de controlar la Pandemia, dependerá de la actuación de todos en este sentido.
Paula Zalaquett Rock