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Cambios sociales y espacios de reflexión para el autocuidado del analista

Actualizado: 11 ago 2022

Vienen tormentas de cambios, se ven aún algo lejanas y ajenas, pero de distintas maneras, vamos percibiendo la presión que van ejerciendo en nuestra sociedad al limitar los recursos materiales por un lado y, desplegando horizontes nuevos, por otros lados. Filósofos, historiadores, sociólogos, están discutiendo e intentando definir su envergadura y esencia, si es un Cambio de Era, si se estaría dejando atrás el postmodernismo y su revolución tecnológica asociada, para migrar a una civilización determinada por la gestión del conocimiento; si esta revolución estaría acompañada por una superación del humanismo instaurado desde la ilustración; o se tratará de una profundización de estos valores humanistas, tan solo con una fachada transhumanista que continuará con la búsqueda y construcción de la dignidad de la persona; si caeremos en alguna de las distopías imaginadas sobre nuestra convivencia y competencia con las máquinas, si podremos recatar nuestra condición humana en los procesos de hibridación con la robótica. Un futuro que nos plantea desafíos difíciles de anticipar y de abordar.


Otros cambios se acercan más acelerados: el cambio climático se nos presenta cada año más agudo en sus manifestaciones, con sus desastres naturales, sus movimientos migratorios asociados, movimientos sociales, etc.; las crisis económicas acusan el desgaste de un sistema agobiado por las desigualdades, la pandemia, las guerras geopolíticas como la guerra de Ucrania; y nuestros propios procesos revolucionarios de cambios políticos nacionales. Todos fenómenos que requieren y demandan referentes culturales, simbolizaciones y lenguajes que los interpreten, concepciones que los configuren como fenómenos que deben transitar desde lo ominoso a lo familiar, mediante la tarea de elaboración individual, grupal y social.


Wilfred Bion (1943) tal vez sea uno de los autores que más nos habló de los cambios catastróficos y sus ansiedades concomitantes, de la relevancia de los grupos en el proceso de maduración de sus contenidos. Es muy destacable el valor del trabajo grupal de nuestras instituciones de salud mental, en “primera línea” como factor protector para los individuos y como estrategia de autocuidado para el terapeuta o analista en tiempos de cambios sociales agudos. Mirar sus procesos grupales y funcionamientos en nuestros momentos actuales desde las conceptualizaciones básicas de este autor, nos permite recordar elementos que pueden ser profilácticos ante desafíos culturales tan demandantes.

Un grupo como el nuestro, APSAN, podría ser considerado una institución especializada, orientada al pensamiento científico y racional ( con un uso complejo de la racionalidad), donde corresponde esperar un espacio propicio para la maduración y enriquecimiento de la subjetividad de sus participantes, Estos tiempos de cambios agudos constituyen grandes oportunidades de modificar y evolucionar los paradigmas vigentes para dar cabida a las nuevas ideas foráneas, a la creación de ideas que alberguen posibles soluciones innovadoras y promuevan logros distintos.


Bion nos advierte de los avatares de los grupos en su desarrollo, quedando en ocasiones en riesgo de ser cautivos de dogmatismos e ideologizaciones que tenderán más a generar escisiones en el grupo que procesos creativos o productivos. El riesgo de caer en la pasividad de esperar que otros nos indiquen el camino de crecimiento. La posibilidad de convertirnos en nuestros propios enemigos o imaginar amenazas que nos liberen de resolver nuestras dificultades reales. Nos señala la relevancia de que los líderes -creadores o embajadores de las nuevas ideas- logren hacerlas asimilables para el resto del grupo, despojándolas de su aspecto extraño y ominoso, haciéndolas más comprensibles y aceptables, conteniendo y simbolizando las ansiedades tempranas que estas ideas provocan al atacar tan violentamente los paradigmas establecidos. Recomienda centrarse en la emoción predominante en el grupo para ayudarlo a mentalizar sus procesos y así pueda seguir colaborando y avanzando en sus propósitos.


Recuerdo cuán relevante fue para mí, recientemente, en las primeras etapas de la pandemia que estamos transcurriendo y en la manifestaciones sociales de octubre de 2019, el espacio de intercambio que se generó en el chat grupal de nuestra institución, permitiéndonos compartir información, dialogar y discutir sobre ella, logrando relativizar la gravedad de ciertos contenidos, comprender significados sociales emergentes en esos momentos, compartir opiniones que develaban distintos enfoques de las situaciones. Estos movimientos me ayudaban a crear un espacio interno para estos contenidos que luego me fue muy útil al abordar las ansiedades de mis pacientes, respecto de estos fenómenos sociales.


Desarrollar y mantener un espacio de intercambio saludable e informal entre pares puede ser una fortaleza muy apreciada en estos tiempos de cambios acelerados, convulsos y llenos de fenómenos sociales fluidos, de rápida emergencia y desaparición (como lo señala Zygmunt Bauman), que van requiriendo un ejercicio algo apremiante de nuestra capacidad de comprensión, diálogo, de adaptación a nuevas tendencias y formas de hacer tareas.

Generar espacios de intercambio social que posean cierta frecuencia o regularidad, que resguarden su orientación productiva de elaboración de temas actuales con cierta rigurosidad en el pensar al dialogar y valoren las diferencias de opinión por su capacidad de enriquecer a sus participantes, en un clima de confianza y humor, pueden promover diálogos de mayor intimidad y apoyar nuestros procesos de crecimiento como analistas, como personas y contribuir a nuestro autocuidado, renovando el tejido social tan mal tratado por el estrés cotidiano, la pandemia y las confrontaciones de diferencias en las posturas políticas.







Ps. Carolina Bórquez

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