top of page
Foto del escritorAsociación Psicoanalítica Santiago

co-habitar

Actualizado: 29 dic 2020

¿Dónde nos juntamos? me preguntaba una joven paciente que pidió una hora en tiempos de Covid-19, aludiendo a alguna plataforma virtual. La pregunta volvió, una vez más en estos extraños meses, a generarme perplejidad. Si alguien pregunta “¿dónde lo leíste?”, ya nos habituamos a pensar en algo online, pero “¿dónde nos juntamos?” o más aún “¿dónde nos encontramos?”, plantea una paradoja implícita que nos debiese hacer pensar (más allá de nuestras necesidades) si estos no-encuentros permiten realmente encontrarnos. Pienso que, si algo de eso ocurre, se podrían llamar lugares, lugares de encuentro o de cierto encuentro. Si permiten o facilitan “estar con”, “sentir con” o “pensar con”, estos logran transformarse en espacios habitables y/o co-habitables. Es decir, en términos heideggerianos, permitirían desplegar el ser, el ser ahí en el mundo. Este despliegue, sin la proximidad física, sin nuestra corporeidad, ocurre principalmente a través del lenguaje, requiriendo para ambos participantes un esfuerzo comunicativo mayor, necesitándose una mayor precisión en la expresión y articulación de nuestras ideas, lo que exige un aumento de nuestra atención y concentración. Este esfuerzo empático-comunicativo, al servicio de nuestra labor, lo logramos al tener claro nuestro objetivo terapéutico psicoanalítico.


Si el encuentro psicoanalítico logra ocurrir en estas plataformas, gracias al buen uso del lenguaje, demuestra que ese cuidado, ese afán respetuoso y hospitalario ante el otro y sus diferencias, es útil, es decir, sirve para que se pueda producir una comunicación entre dos seres diferentes. Vendría a ser un verdadero modelo de encuentro comunicativo que debiésemos valorar, tomar en cuenta e imitar en nuestros desgastados esfuerzos gremiales o comunitarios. El permanente fracaso institucional es aún más posible de repetir en estos tiempos, en que los “canales de comunicación” de nuestras instituciones, son muchas veces, las denominadas redes sociales, las cuales utilizamos para expresarnos, descargarnos, aplicar consignas y/o panfletos políticos de diversa índole. Tal vez, si pensáramos en comunicarnos, es decir, en qué queremos decir, en cómo y a quién, tal como lo hacemos tan delicadamente con nuestros pacientes, podríamos empezar a evitar los desencuentros y repetidos malestares. Al parecer, el problema de la red social, es que, mientras a más gente le hablamos, fácilmente se nos pierde a quien le estamos hablando, asunto del que nos enteramos después, al constatar ciertas reacciones que, si bien nos provocan extrañeza, nos revelan la presencia de una alteridad que habíamos ignorado o desmentido. En la respuesta o el silencio (si es inteligentemente detectado, de lo cual seriamente dudo) nos percatamos de la existencia negada del otro. De alguien que puede pensar distinto o estar en desacuerdo con las ideas vigorosamente texteadas. ¿Se puede llamar institución, asociación o grupo, a un lugar donde la existencia de los otros es desmentida? Tal vez no, pero al pensarlo bien creo que sí, en la medida que nos damos cuenta que esto proviene sólo desde una atribulada minoría.










Juan Francisco Chadwick L.

Psicoanalista Apsan

22 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Commentaires


bottom of page