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Género y Pandemia: Desde el privilegio, hacia lo social

Evidentemente hablar de género desde mi posición de hombre, psiquiatra y psicoanalista, en nuestra sociedad chilena, y más aún, en el actual contexto de pandemia, es hablar desde el privilegio.

La estructura social patriarcal nos ha posicionado, a los hombres, en un lugar preponderante desde hace milenios, constituyendo un sentido común enquistado en todo tejido social. Se podría plantear que –desde una historia que se ha intentado silenciar– a partir de la revolución francesa las mujeres han luchado por su emancipación. Desde la segunda mitad del siglo XIX, con la revolución industrial, las mujeres empiezan a tener más participación social, sobre todo las de clase socioeconómica baja, obligadas por la necesidad, a dejar su rol de dueña de casa para asumir, además, funciones de obrera. Desde entonces, las luchas por emancipación y equidad de género, por parte de las mujeres, y posteriormente, a partir de la segunda mitad del siglo XX, por el reconocimiento y equidad de las disidencias de género, la masculinidad hegemónica –hombre blanco, heterosexual y de clase alta– entendida como sujeto protagonista de la estructura patriarcal, ha sido interpelada cada vez más radicalmente.

En todos los ámbitos de la estructura social patriarcal que han requerido liderazgos, hasta hace pocas décadas atrás –salvo excepciones– fueron ocupados exclusivamente por hombres. Por otra parte, quienes más sufren las consecuencias del individualismo y la falta de solidaridad a la que empuja este sistema, son las mujeres de los estratos socio económicos más pobres.

La actual pandemia de la enfermedad conocida como COVID-19, ha cobrado, al día de hoy, 22/07/2020, la cifra de casi 620.000 fallecidos y alrededor de 15,7 millones de casos, en el mundo. Dada la alta contagiosidad del virus que la provoca, y la alta proporción de infectados asintomáticos, se expresa con mayor agresividad en los lugares donde existe más aglomeración de seres humanos y menos medidas de seguridad para evitar el contagio. Lo anterior ha significado que los grupos sociales menos favorecidos por el sistema, aquellas familias, mayoritariamente monoparentales y sostenidas por mujeres trabajadoras que ganan un sueldo precario (en nuestro país el 54,3 % gana al mes menos de 350.000 pesos líquido, y el 74,3 %, menos de 500.000 http://www.fundacionsol.cl/estudios/los-bajos-salarios-de-chile-2019/), sean las más golpeadas por la pandemia. Con impactante facilidad, el virus se disemina y mata a los menos favorecidos por el sistema neoliberal.


En lo microsocial, mis roles en el ámbito de pertenencia a un sistema familiar –pareja, padre– están siendo continua y consistentemente interpelados, sobre todo en el contexto de confinamiento actual, obligando a agenciar cambios en torno a compartir trabajos y responsabilidades domésticas, lo que en algunos casos es difícil, y en otros, muy resistidos, dada la normalización intergeneracional de costumbres firmemente enraizadas.

En el ámbito microcósmico, a pesar de los siempre presentes momentos de retroceso, la deconstrucción de roles tradicionales, la búsqueda de equidad y la creación de nuevos roles, viene constituyendo un nuevo sentido común, sobre todo en el ámbito de las tareas compartidas a nivel de familia nuclear, en el actual contexto de confinamiento/pandemia. Es en el contexto macro, estructural, donde los roles institucionales siguen obligando, cual mítico Procusto, a encajar de acuerdo a la estructura conservadora patriarcal, cada vez más en declive, pero aún viva y dominante, al menos en gran parte de la superestructura de nuestra sociedad.

Desandar el privilegio. ¿Cómo integrar todo esto? La opción evidente, al menos para mí, es dejar atrás el experimento al que fuimos obligados como país desde la instauración de la dictadura cívico militar, el neoliberalismo y su ethos individualista, llevado al paroxismo. Trabajando en función de una nueva vuelta de hélice en la historia humana, una que considere la solidaridad y el bien común como los bienes fundamentales a proteger en el nuevo contrato social que la ciudadanía nos convoca a coconstruir, consagrando constitucionalmente la equidad de género y disidencias de género como una manera de ir avanzando en la transformación de la estructura patriarcal.

Ser conscientes de nuestros privilegios de género, de clase, de rol, será siempre una ayuda para encontrar la cuota de empatía y compasión que nos disponga a la construcción conjunta de nuevos modos de relación, de producción y de vida.


Dr. Francisco Vásquez Ramírez.


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