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Hacia una Inmunidad Comunitaria

Al finalizar el verano 2020, repentinamente todo cambió. Cambiamos nuestras consultas por las pantallas, dejamos de vernos, de reunirnos y nos encerramos en nuestras casas. En ese momento, no sabíamos cuánto tiempo iba a durar, y qué efectos tendría ese virus que se expandía aceleradamente por el mundo entero. La esperanza quedaba puesta en el éxito de la carrera por una vacuna que nos trajera “inmunidad”.


Ya ha pasado más de un año, y tenemos no una, sino varias vacunas. Nuestro país es uno de los primeros países del mundo en iniciar un rápido y ordenado proceso de vacunación. Sin embargo y, paradójicamente, tenemos las peores cifras de la pandemia. No habiendo podido retomar tal como conocíamos nuestras vidas y nuestras labores, se imponen nuevamente estrictas cuarentenas. Volvemos al aislamiento y al encierro.

Durante esta pandemia Covid-19, hemos estado expuestos a la agresión patógena de un virus que ha producido millones de muertes en el mundo, y que nos pone de frente a la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Aspectos de la vida que disociamos o lisa y llanamente negamos, con la ilusión de ser inmunes.

Esta pandemia ha significado también cambios profundos en nuestras vidas, en nuestras cotidianidades, en nuestras relaciones. La medida de protección central ha sido el aislamiento, el uso de mascarilla, nos protegemos unos de otros, como si en el otro habitara el enemigo.


El miedo circula a la misma velocidad que el virus y sus variantes. El miedo de algunos de contagiar y ser contagiados, convive con la omnipotencia y la negación de otros.

A las olas sucesivas, se sigue no solo la aparición de variantes desconocidas e inquietantes del virus, sino también la duda respecto de la eficacia de las vacunas. La esperada inmunidad vuelve a alejarse.

La palabra Inmunidad procede del vocablo latino inmunitas y hace referencia a la cualidad de lo inmune, es decir que no es atacable por ciertas enfermedades, o que está exento de ciertos cargos. Precisamente al inicio de la pandemia, Patricia Manrique, filosofa española, señalaba como en nuestra sociedad occidental la inmunitas, la inmunización, se imponía sobre la communitas. Hay en la inmunitas, nos decía, un componente antisocial y anti comunitario, ya que interrumpe el circuito social de donación recíproca al que apunta el communitas. El común munus, “un regalo que obliga al intercambio”, proviene de la raíz mei, que significa “dar en cambio”. Cuando este sistema de compensación se realiza en el interior de un mismo círculo, determina una “comunidad”, un conjunto de personas unidas por esta alianza de reciprocidad. El munus no está libre de riesgos en tanto nos pone en relación con la otredad. La inmunidad nos libera entonces del intercambio con el otro, de las relaciones y los riesgos que conllevan. El vivir en comunidad nos expone y nos compromete.


A más de un año de iniciada la pandemia, la esperanza la tenemos puesta en lograr una inmunidad de rebaño. En palabras de Manrique,

“Buscar una inmunidad virtuosa, comunitaria, evidentemente necesaria en el caso del coronavirus, una inmunidad comunitaria en la que lo que debe importarnos no es la propia protección si no la de otros y otras, que suponga que la lucha por la salud sea una responsabilidad compartida, que requiere del concurso de todas y todos para todas y todos.“


Lograr una protección comunitaria, implica reparar un lazo social debilitado, implica salir del aislamiento, salir de nuestra inmunitas, para acercarnos a nuestra communitas.







Ps. Paula Vera P.

Psicoanalista APSAN

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