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Psicoanálisis y Pandemia


Pienso que escribir una columna sobre psicoanálisis y pandemia es algo difícil de abordar porque aún no tenemos la distancia necesaria para poder reflexionar con profundidad. Sin embargo, creo que algo se puede decir al respecto.

Esta particular pandemia ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de nuestra vida, de nuestro orden social, de nuestros líderes y, como esta no hace distinciones, también la de nuestra práctica psicoanalítica, atacando uno de sus flancos centrales: el Encuadre.

Este controvertido concepto-herramienta, si bien suele ser motivo de discusión y controversia, todos estamos de acuerdo que este, además de protegernos, es central para estructurar el tratamiento. Esta pandemia al obligarnos a tener que mantenernos encerrados en nuestros hogares junto con la necesidad de tener que trabajar y continuar ayudando a nuestros pacientes, hizo que nuestro encuadre, con las variaciones que tiene de colega en colega, literalmente desaparezca.

Hemos tenido que adaptarnos a trabajar desde nuestras casas, usando, muchas veces con resquemor y dificultad, los avances de la tecnología, para de esta manera poder atender a nuestros pacientes a través de la pantalla de un computador. Este proceder, además de ir en contra de cualquier ortodoxia psicoanalítica, nos obliga a tener que diseñar nuevos encuadres, flexibles en extremo, con los que seguramente nos sentiremos más expuestos. Estos “nuevos encuadres” nos plantean al menos dos desafíos: el primero se relaciona con cómo poder, en estas condiciones, mantener la disposición emocional necesaria para entender a nuestros pacientes, el segundo es cómo hacer que nuestro actuar se distinga de otros tipos de aproximaciones terapéuticas.

A pesar de estas dificultades, seguimos ayudando y comprendiendo a nuestros pacientes conservando al mismo tiempo nuestra identidad de analista. Esto constituye una prueba de que el psicoanálisis se sitúa más allá de la norma y la ortodoxia. Lo que quiero resaltar es que, si bien el psicoanálisis sobrevive por sí mismo su práctica necesita de una dosis de realismo y capacidad de adaptación para sobrevivir. En nuestra naciente asociación hemos intentado poner en relevancia como la vigencia de la práctica analítica pasa por el estar insertos en el mundo real. Debemos tener en cuenta los cambios sociales, las crisis y los nuevos paradigmas que surgen en la sociedad. Esta pandemia al no distinguir, coloca esta necesidad de adaptación en un estado de urgencia.

Estamos todavía inmersos en la tormenta para saber cómo vamos a salir de esta. Sin embargo, ya tenemos algunas pruebas de que una mayor integración y participación en lo social, tiene un efecto beneficioso. Esta situación es beneficiosa también, porque nuestro conocimiento particular de la naturaleza humana, puede dar muchas luces a una sociedad que, en este momento, está lidiando con la agresión y el temor a la muerte. Tenemos cierto conocimiento de los mecanismos regresivos y paranoides que se suelen activar en las circunstancias que estamos viviendo.

Por último, creo que tenemos el deber, de contribuir a resguardar la libertad, en una época en que las sociedades de manera defensiva y paranoide, tienden y tenderán todavía más, a funcionar como sociedades de control, al estilo orwelliano. Este deber nace de nuestra ética que le otorga a la libertad un rol central.


Alan Reisberg Aguayo

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