Invitamos a Ruggero Levy a una conversación en torno a la formación psicoanalítica, y lo que ha sido su experiencia de acompañamiento como sponsor desde los inicios de APSAN.
Ruggero nació en Egipto, de donde salió a muy temprana edad con su familia por los problemas con la comunidad judía. Llegó a Brasil a los cuatro años. Estudió medicina y luego se especializó en psiquiatría de niños y adolescentes. Trabajó alrededor de diez años con niños autistas. En un inicio su clínica fue principalmente con niños y adolescentes, pasando poco a poco a trabajar con adultos.
En el año 1985 empezó su formación como psicoanalista en el Instituto de Psicoanálisis de la Sociedad Psicoanalítica de Porto Alegre. Se tituló como psicoanalista en 1995 y prontamente formó parte de la comisión de enseñanza. Fue representante de Latinoamérica en el Board de IPA, chair del comité de working parties y co-chair del programa del congreso de Cartagena. En paralelo a sus funciones institucionales se ha mantenido siempre publicando, y leyendo de manera de no alejarse del desarrollo científico psicoanalítico.
¿Cómo llegaste a ser sponsors de APSAN en chile?
Por mi trayectoria institucional en mi sociedad y en IPA, es que Claudio Eisirik cuando era el chair de los nuevos grupos, nos invita con Norberto Marucco para hacer vínculo con el grupo de APSAN y luego como sponsor.
Una experiencia interesante y muy desafiante. El grupo de APSAN viene de una experiencia institucional muy traumática, muy difícil, y tenían algunos prejuicios en relación a la IPA. Al principio la relación fue un poco tensa, el grupo estaba muy herido. Fue una experiencia fantástica, la manera en que pudo evolucionar la relación del grupo con nosotros, y de nosotros con el grupo. Creo que muy rápidamente el grupo entendió que estábamos ahí para ayudarlos a construir una institución dentro de sus ideales, de la concepción que el propio grupo tenía y que nosotros seríamos apenas facilitadores y portadores de los estándares de IPA, pero al mismo tiempo armonizando con los intentos del propio grupo de crear una institución más horizontalizada, más democrática.
¿Qué nos puedes decir de lo que has visto en relación al grupo de analistas en formación?
También es algo muy gratificante ver todo el montaje inicial de la concepción del instituto, de su malla teórica, de sus procesos de selección, de evaluación, de promoción dentro del instituto y ver el resultado. Es algo de verdad muy, muy gratificante, ya desde el primer contacto con esta primera promoción, fue una constatación muy agradable, de ver qué ahí se estaban formando futuros psicoanalistas con una aprehensión sensible, muy intensa con el inconsciente y con las conflictivas inconscientes. Con una comprensión del método, del funcionamiento de las transferencias y contratransferencias, porque en el primer contacto con ellos, hicimos una especie de working parties, de workshop clínico, y ellos demostraron gran sensibilidad clínica y gran identificación con el psicoanálisis. Una buena formación teórica, se veía que dominaban conceptos básicos del psicoanálisis bastante bien, eso ha sido muy gratificante. La otra cosa importante, fue verificar que los problemas o las fallas identificadas por los docentes estaban en armonía y coincidían con las detectadas por los candidatos, lo que nos daba una sensación de verdad, de honestidad de parte de todos los participantes. Eso para nosotros era una certificación de la calidad de la formación, de la relación entre formadores y candidatos. Una “turma” (grupo) muy calificada, con gente de verdad muy sensible, muy verdadera, y muy saludable.
¿Nos puedes hablar un poco de los cambios que has podido observar desde los años 80 hasta hoy en la formación psicoanalítica?
Los cambios son absolutos y dramáticos. Solo para ilustrar, en la época de mi formación, años 80, en la mayoría de los institutos latinoamericanos la influencia kleiniana era muy fuerte; yo como había trabajado con niños autistas, estudiaba mucho a Meltzer y a Bion, cuando los mencionaba en las clases los ridiculizaban totalmente.
A lo largo, incluso de mi propia formación, la visión se fue ampliando, el instituto se fue tornando cada vez más plural, y las influencias, de los post kleinianos, de Steiner y después la influencia de Bion, Winnicott, Meltzer y luego de los post Bionianos, Ogden, Bollas y el psicoanálisis contemporáneo francés.
Cambió desde un instituto monotemático, muy tradicional en la línea Kleiniana, incluso Freud no se leía mucho. La mayoría de los institutos hoy en Brasil son institutos plurales, como APSAN. Abiertos a las variadas corrientes del psicoanálisis, lo que es fundamental, la pluralidad del psicoanálisis es su riqueza.
¿Qué piensas en relación a los análisis de formación, entre el modelo francés y el modelo Eitingon que seguimos en APSAN?
Cada modelo tiene sus ventajas y sus problemas. No hay un modelo ideal, hay gente que ideologiza los modelos. En el modelo francés, es interesante que la motivación para ser analista venga de su análisis personal, y que el análisis no tenga ninguna vinculación orgánica con el instituto, y ahí es un análisis, que no es “contaminado” por la institución. Sin embargo, hay problemas. No son dos o tres años de análisis, son análisis muy prolongados, y los candidatos en general que llegan al instituto ya son mayores, candidatos de 50 o casi 50 años, esto torna la formación de psicoanalistas en una institución de gente mayor. El otro problema es que como el candidato no está en análisis durante su formación no tiene la oportunidad de analizar todas las cuestiones del campo relacional que se establece con su paciente, en su propio análisis. Los franceses parten del presupuesto de que el candidato ya está analizado, ya está en condiciones de lidiar con todas esas angustias, transferencias y contratransferencias, pero la consecuencia de no estar en análisis es que la supervisión pasa a ser un sitio donde muchos de los conflictos son “analizados”, y si el objetivo era retirara el poder institucional de los didactas, el poder se traslada al supervisor. El supervisor determina cuándo es que el candidato termina su supervisión, no hay horas preestablecidas. Se pueden establecer transferencias-contratransferencias en la supervisión que a veces no se resuelven porque no es un espacio terapéutico. Hay gente que se queda muchos años en supervisión y hay otros que el supervisor considera que después de un año o dos puede darse por terminada su formación.
Sobre el modelo Eitingon los franceses hacen una broma, dicen que el modelo es “wishfull-thinking”, o sea que aceptamos para formación gente sin analizarse y sin saber si van a ser futuros analistas con condiciones emocionales aptas para trabajar, que tenemos “wishfull-thinking” y una idealización de nuestros análisis, que vamos a capacitar a esa gente para ser analista, y eso es una crítica. Yo creo que hay algunas ventajas, que es propiciar un espacio analítico al candidato para elaborar las ansiedades propias del proceso de formación. Hay cuestiones de crearse una elite de analistas que tienen una reserva de mercado de pacientes y esa es una crítica posible. Ustedes por ejemplo esquivaron ese tema ampliando el número de analistas didactas. Nosotros también, no solamente los didactas pueden analizar candidatos, también los miembros titulares. Cada instituto dentro de su modelo, tienen que tratar de perfeccionarlo permanentemente, detectar los problemas e intentar resolverlos. No hay un modelo ideal.
¿Qué piensas en relación a la frecuencia de sesiones, y los análisis online?
Sabemos que un paciente puede venir, 4 o 5 veces por semana y no haber proceso, o un paciente puede venir 2 veces por semana y haber proceso de análisis, también sabemos que cuanto mayor la frecuencia, mayor la probabilidad de crearse una atmósfera de alta densidad emocional, puede no ocurrir, pero la probabilidad es mayor.
Yo creo que hubo una flexibilización de 5 a 4 y de 4 a 3 sesiones por semana, como mínimo, en función de los cambios de la cultura, la aceleración, la falta de tiempo, los problemas económicos. Tenemos que intentar mantener la frecuencia, lo máximo posible, especialmente en los análisis de formación y en los análisis control, porque es fundamental para un futuro analista trabajar y aprender a trabajar en un ambiente de alta densidad emocional. Yo creo que para la formación de su identidad como psicoanalista eso es muy importante, porque si no la tendencia a trabajar en la superficie, en lo real, en lo manifiesto y en lo psicoterapéutico es muy grande.
En relación a los análisis online, aprendimos con la pandemia, que es posible hacer análisis online, hay transferencias y contratransferencias muy fuertes que se establecen, pero también sabemos que la presencia del cuerpo en sesión hace mucha diferencia. La IPA llegó a una solución de compromiso, o sea, vamos a aceptar que se pueda hacer análisis online, pero vamos a recomendar que haya presencialidad. Hay comunicaciones corporales que se establecen en la mirada, en la postura, el olor, esto no ocurre en los análisis online. En la medida de lo posible hay que estimular alguna presencialidad, pero también convivir con esto que llegó para permanecer, y va a permanecer.
¿Cuál piensas que debería ser el lugar de los analistas en formación dentro de las asociaciones?
En mi sociedad cambió mucho, antes los candidatos no podían participar de las reuniones científicas, incluso el contacto personal y social no era muy bien visto entre los candidatos y los analistas, había cierta distancia, las fiestas de final de año eran separadas. Actualmente estimulamos la participación de los candidatos en las comisiones de la sociedad, en las reuniones científicas. Participan también con un representante en la comisión de currículo del instituto, dan su opinión, sus sugerencias. Como no son miembros todavía no pueden votar, ni tomar decisiones.
Hasta no hace muchos años en algunas sociedades europeas los candidatos no podían participar de las reuniones científicas, cuando se graduaba, recién adquiría el derecho a hacerlo. En Europa todavía se mantienen algunas características bastante rígidas en ese sentido. Un argumento que se da es el peligro de borrar las diferencias entre generaciones. En mi familia los niños se sientan a la mesa con nosotros y pueden participar de la conversación y no por eso ellos creen que son adultos, ellos siguen siendo niños, con derecho a participar y ser integrados en la familia. Yo pienso lo mismo de los candidatos, los candidatos siguen siendo candidatos, nosotros seguimos siendo profesores.
Está el peligro de la concentración del poder, del control por un grupo que deja al otro grupo sin derecho a enseñar algo distinto, sobre todo en el campo de la clínica. ¿Qué se puede hacer para evitar el control hegemónico?
Publiqué un texto en Caliban sobre el fanatismo y la polarización en las sociedades psicoanalíticas. Desde mi punto de vista es una patología institucional muy grave. La tesis que yo defiendo es que la institución es un continente que tiene que poder tener la flexibilidad de expandirse y transformarse con lo diferente, con las nuevas ideas, con las nuevas teorías, con las teorías diferentes. Si el continente no tiene esa flexibilidad de expansión y transformación, el deviene un claustro. Un claustro opresor, donde no es posible el crecimiento mutuo, ni del portador de las nuevas ideas, ni del establishment. Hay sociedades que tienen esta capacidad de expansión y crecimiento, de incorporación de nuevas teorías, nuevas ideas, nueva moralidad, nuevos autores. Hay sociedades que tienen una patología institucional importante que no tienen esa capacidad. Cuando el continente deviene un claustro ocurren dos cosas, una escisión o la expulsión del portador de las nuevas ideas. Hay sociedades con capacidad de crecimiento y de transformación y otras que no. También el continente no puede tener una elasticidad infinita, y romperse. No puede perder su objetivo principal que es estudiar, desarrollar y transmitir el psicoanálisis. No puede transformarse en un partido político, en militancia política institucional porque ahí estamos fuera del objetivo de nuestras instituciones. Hay sociedades que, en este intento de llamar la atención frente a estos problemas del racismo, del antisemitismo, se transforman en militancias ideológicas y el psicoanálisis queda en segundo plano.
En relación a las militancias, y el poder. Algunos grupos piensan que ellos definen lo que es o no es psicoanálisis. ¿Quién define qué es psicoanálisis?
Ese es el problema cuando una línea teórica del psicoanálisis de cualquier tipo, relacional, kleiniana, freudiana, adopta una postura fanatizada. Una cosa es militancia política y otra cosa es el psicoanálisis. El psicoanálisis es diverso, plural. En el fanatismo no hay diálogo, cada uno cree que es el verdadero psicoanálisis, uno cree que es el verdadero revolucionario, y el otro cree que es el verdadero puro psicoanálisis. En verdad ésta no es una discusión psicoanalítica, es ideológica. Una discusión psicoanalítica sería decir, por ejemplo, está bien, vamos a estudiar el tema de racismo dentro de los conceptos psicoanalíticos, ¿Qué tipo de transferencias se establecen? ¿Cómo entiende el psicoanálisis la temática del racismo dentro de su conceptualización, o el psicoanálisis francés como entiende eso?, o el papel del hombre, de la mujer, ¿Cómo eso puede ser estudiado desde el punto de vista bioniano, winnicotiano? Hacer una discusión a través de conceptos psicoanalíticos y no decir hoy las mujeres tienen que tener más poder porque han sido oprimidas, eso es una bandera ideológica, que es importante, pero no es una discusión psicoanalítica. Una discusión psicoanalítica, es ver que la teoría de Freud era falocéntrica y que eso tenía que ver con la cultura victoriana de la época. Ahora con la cultura actual, preguntarse, cómo el psicoanálisis, de cualquier orientación, entiende lo femenino hoy día.
1“Política Institucional, clínica y formación en un contexto de intolerancia y fanatismo” la esencia simbólica del ser humano: su fuerza y su fragilidad. Ruggero Levy.
Dra. Marta del Rio
Psicoanalista APSAN
Ps. Paula Vera
Psicoanalista APSAN
Diciembre 2024