Leí en un medio virtual que actualmente las mujeres maduras son las mayores consumidoras de cultura. Esta afirmación me dio curiosidad: ¿Por qué? En una primera mirada hay algo obvio: las mujeres mayores ya terminaron con la tarea de la maternidad, han logrado una mayor independencia económica y tienden a ocupar su tiempo libre en actividades que les generan gratificaciones personales. Sería un dato tranquilizador si se desea avanzar hacia una sociedad más inclusiva, porque es importante que las mujeres mayores puedan disfrutar de la cultura y las artes en igualdad de condiciones que el resto de los ciudadanos. ¿Alguien de la edad madura recuerda el concepto de “tener criterio formado”? En los tiempos de mi adolescencia se usaba decir: “esto es para personas con criterio formado”. Yo me inclino a pensar que es lo que ocurre con la literatura y también con muchas obras de arte: es cierto que a veces realmente son para personas mayores. Son para cuando ya se ha llegado a tener la suficiente experiencia de vida como para saber algo sobre sí mismo y también la suficiente amplitud de miras para comprender la diversidad humana. Durante el verano pasado decidí retomar una famosa obra de Thomas Mann, novela postergada desde muchas décadas, pues a los quince años cuando comencé a leerla, la dejé sin haber sobrepasado la página treinta. Thomas Mann y sus precisas descripciones de los estados mentales, sus profundas reflexiones, su capacidad para acercarnos a la intimidad emocional del personaje, este escritor todavía influido por el romanticismo alemán, logra producir en el lector un placer estético literario de una manera profunda y exquisita que en mi opinión es solo posible en la madurez de la vida. La capacidad de integración de los conocimientos junto a la experiencia vital acumulada, el haber podido lograr un aprendizaje de esa experiencia, nos permite ser mejores y mayores consumidores de cultura, según el lenguaje mediático utilizado en la actualidad .Pero hablemos más claramente del tema en cuestión: ¿qué pasa en la medida que se envejece? Desde un punto de vista biológico, el envejecimiento es el resultado de una progresiva acumulación de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, que produce una disminución gradual de las capacidades físicas y mentales. También se va produciendo una mayor cantidad de enfermedades degenerativas. Se denominan síndromes geriátricos. Es difícil abordar el tema. La palabra geriatría es incómoda, nos resistimos a reconocer nuestro envejecimiento. Los cambios son lentos pero inexorables. No son lineales ni uniformes. Son aceptados, negados o tolerados en mayor o menor grado de acuerdo a las características personales y de acuerdo al estilo de vida de cada persona.
Envejecer es un trabajo, y es un trabajo que no es para nada fácil. No queremos aceptar la decadencia física, la decadencia mental, nos asusta que la memoria ya no es la misma, nos angustia el enlentecimiento del proceso del pensar, es muy duro tolerar la pérdida de la agilidad y de la agudeza mental que experimentamos cuando nos toma tiempo recordar nombres, nos produce instantánea angustia pensar que pueda tratarse de los primeros signos de deterioro. Pero la realidad es que esta nueva condición mental se va a mantener y continuará en la medida que se va envejeciendo. Al menos nos alivia que la memoria a largo plazo siga intacta y que el vocabulario y los conocimientos se mantengan estables, e incluso que se pueda hacer un uso más integrado de ellos por la extendida experiencia acumulada. Por otra parte, pensando en que no todo es pérdida, la madurez, el envejecer nos permite mayor sabiduría, posibilita que utilicemos otras áreas cerebrales de manera interrelacionada, la capacidad de reflexionar se hace más fácil, es posible ir integrando más rápidamente experiencias con conocimientos y esto es un placer en sí mismo. También el haber dejado atrás el excesivo afán de perfección, produce bastante alivio, es placentero atreverse a avanzar sin la inhibición, la inseguridad o esa necesidad de aprobación constante tan propia de la edad juvenil. La sabiduría podría expresarse en saber tolerar mejor la adversidad y elegir disfrutar con lo más básico. Lo que comento sobre la sabiduría es para considerar que esos tan sencillos consejos pueden producir una transformación en el modo de vivir. Erik Erikson propone que en la vejez, a partir de los sesenta y cinco años, el adulto mira hacia atrás en su vida, pudiendo encontrarse con una experiencia significativa, productiva y feliz o una decepción importante porque las promesas y metas no se han llevado a cabo. En esta etapa la tarea es el logro de la integridad del yo , pero si no se ha logrado, se puede también estar frente a la desesperación, a la más profunda desesperanza .No podemos negar que las últimas décadas de la vida nos traen preocupaciones reales por la propia salud, por el dinero y también fundamentalmente porque debemos enfrentarnos con la muerte de nuestros seres queridos, de nuestros contemporáneos. “Parece dormir”, piensa Hans Castorp a modo de consuelo, reflexionando mientras observa al caballero austríaco, un paciente que acaba de morir. Piensa en la importancia de los ojos cerrados del difunto mientras permanece en un contemplativo silencio : “si el muerto queda con los ojos abiertos para siempre, resulta imposible creer en la muerte como un feliz sueño“. Esta reflexión que probablemente no se nos ha ocurrido, nos enfrenta con nuestra necesidad permanente de tranquilizar o disminuir el miedo a la muerte. Continúa Castorp: “Cuando se habla de los muertos, el latín recobra su vigencia, hace ver que la muerte es algo muy especial, se habla en latín en su honor, es como un canto apagado y monótono, como si viniera de las profundidades de la tierra. Me parece un deber moral que nunca se olvide la idea de la muerte”.
Tal vez transitar y avanzar por la madurez de la tercera edad con una vida mental enriquecida, con la convicción que la trayectoria previa ha tenido sentido, y al mismo tiempo sin que perdamos de vista la cercanía del fin, permite tener ilusiones del tiempo venidero con un bien entendido sentido de entrega y una mayor sabiduría.
Dra. Gloria Ríos Grigorescu Psiquiatra y Psicoanalista Corporación Salvador
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