Autora: Clare Carlisle
Editorial: Taurus
Año publicación: 2021
Número páginas: 410
No son muchos los filósofos sobre los cuales se puede afirmar que su obra es el producto de su vida (¿pero, podría ser de otra manera?), filósofos para quienes el acto de vivir y el de pensar es una y la misma cosa. Søren Kierkegaard nació en Copenhague en 1813 y es considerado como el precursor de la llamada filosofía de la existencia. Aunque alejada de grandes acontecimientos –de hecho, gran parte del tiempo lo pasó encerrado en una habitación estudiando y escribiendo como un condenado–, su vida se encuentra tan inextricablemente unida con su obra que es prácticamente imposible separarlas. Muchos de sus textos filosóficos toman la forma de diarios o crónicas donde los límites entre el protagonista y el autor se difuminan con tanta naturalidad y estilo que la potencia del pensamiento solo se ve reforzada ante la verosimilitud de la (supuesta) ficción. Ante este hecho solo cabe suponer que cualquier estudio que intente dar cuenta de la vida de Kierkegaard deberá internarse inevitablemente por los recovecos de su pensamiento. Sin embargo, a diferencia de las llamadas “biografías intelectuales” –que usualmente resultan tener poco de biográficas y menos de intelectuales– el trabajo de Clare Carlisle nos muestra el pensamiento vivo del filósofo danés. Desde sus inquietudes más especulativas, hasta sus polémicas religiosas, sus torpezas en la vida cotidiana y su atormentado mundo interior, todo lo que se nos va revelando del autor de Temor y temblor se encuentra atravesado por las vicisitudes de su historia personal. Escrito en un estilo sencillo y directo pero muy documentado, acompañado de abundantes figuras e ilustraciones, el libro de Carlisle logra transmitir eso que podríamos llamar el sentido de una vida. Sin ninguna duda, el evento que marcó la biografía de Kierkegaard –y, en consecuencia, gran parte de su obra– fue el encuentro y posterior alejamiento de su amada Regine Olsen. Posiblemente no exista antecedente de una ruptura y un intento tan desesperado por recuperar (y, paradójicamente, también perder) el amor como el de Kierkegaard por Regine. Murió el 11 de noviembre de 1855 en medio de la soledad y el aislamiento. Toda su obra se alza así como la más sublime constatación de un formidable fracaso.
Alberto Botto
Ps. Apsan
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