El Psicoanálisis es una inversión para una mejor vida.
- Asociación Psicoanalítica Santiago

- 28 sept
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 10 oct
Entrevista a la directora de APSAN,
Psicoanalista Clara Rosenblut
El Psicoanálisis es una inversión para una mejor vida.
Por: M Ignacia Mardones
1.-¿Cómo fueron tus inicios en el Psicoanálisis? ¿Qué te llevó a formarte como analista?
Mi camino en la psicología no ha sido precisamente lineal. Comencé mis estudios en la Universidad de Chile, los continué en Estados Unidos, donde obtuve mi título, y al regresar a Chile tuve que revalidarlo en la Universidad Católica. Por esos años, el enfoque conductista estaba en plena vigencia. Aprendí mucho, claro está, pero cuando comencé a ejercer clínicamente, algo no me cerraba. La práctica me resultaba repetitiva, predecible, como si solo rozara la superficie de lo humano. Intuía que debía haber algo más profundo, más verdadero.
Entonces vino un nuevo giro en el camino: nos instalamos por dos años en Nueva York. Fue una experiencia enriquecedora en muchos sentidos. Allí cursé un Magíster en Psicología, y ese proceso fue clave para aclarar mis intereses. A mi regreso a Chile, ya lo tenía claro: quería profundizar, aprender psicoanálisis, ir más allá de lo visible y lo dicho.
Comencé trabajando con niños y, paralelamente, participé en un grupo de supervisión dirigido por Liliana Pualuan y Josefina del Riego. Aquello fue un descubrimiento. Sentí que se abría otra dimensión de la realidad psíquica, más compleja y fascinante. Desde entonces —y han pasado muchos años— no he dejado de sentir que el psicoanálisis es inagotable: siempre hay algo nuevo que pensar, algo que nos interpela, algo que se escapa, ¡algo que descubrir!
Después de varios años de práctica y búsqueda, decidí postular a la formación y finalmente ingresé a la APCH, lo que marcó una nueva etapa en este camino que, afortunadamente, nunca deja de transformarse.
2.- ¿Qué elementos consideras más valiosos de tu formación original? ¿Y qué aspectos te resultaron problemáticos o limitantes en el tiempo?
Voy a señalar tres elementos muy valiosos: En primer lugar, la seriedad y rigurosidad con la que nos enseñaron; en segundo lugar, la experiencia invaluable del propio análisis y, en tercer lugar, la excelente convivencia con el grupo-curso con el que compartí esos cuatro años. Fueron todos compañeros generosos, contenedores y llenos de humor, especialmente en momentos difíciles, lo que nos ayudó a todos.
Tal vez, lo que podría decir que fue más complicado, se refiere al hecho de sentirme poco libre para aprender la clínica psicoanalítica. La sensación era que, con los pacientes control, tenía que incorporar el estilo del supervisor, de lo contrario uno no estaba haciendo psicoanálisis, estaba haciendo psicoterapia, algo andaba mal. Es posible que eran mis propios temores los que me llevaban a ver al supervisor como poseedor de una verdad a la que yo aún no tenía acceso, pero también había algo de la realidad y del nivel de idealización con la que investíamos a nuestros docentes, analistas y supervisores.
Me tomó mucho tiempo el integrar mi propio estilo a lo aprendido, y transformar la labor clínica en una experiencia que sentía nos beneficiaba a ambos: paciente y analista.
3.-Has sido parte de una nueva Asociación. ¿Qué te motivó a iniciar ese camino? ¿Cuáles son las diferencias más significativas entre ambas Instituciones?
Retirarme de la APCH para integrarme a la nueva Asociación Apsan fue un proceso largo y, a ratos, doloroso. Muchas veces sentí que estaba traicionando a colegas con quienes había compartido tantos años de trabajo y de vida. Durante ese tiempo asumí distintos cargos en la Asociación y en el Instituto; ya como Analista Didacta supervisé grupos de candidatos, hice supervisiones individuales, impartí clases —sobre todo de Técnica analítica— e incluso llegué a ser directora del Instituto. Siempre tuve un fuerte espíritu institucional, por eso la decisión no me resultó nada fácil.
La necesidad de buscar un nuevo camino no apareció de un día para otro. Fue algo que se fue gestando a lo largo de varios años, en los que un grupo de analistas comenzamos a sentir que el Psicoanálisis debía abrirse más, volverse una práctica más flexible. Por ejemplo; pedíamos autorización para que los casos control pudieran asistir tres veces por semana en lugar de cuatro. Esto no fue aceptado. Sin embargo, hace algunos años la IPA cambió la reglamentación al respecto y hoy es algo aceptado. Queríamos tener una relación más amigable y menos persecutoria que la que teníamos en la APCh. Pensábamos que había muchas teorías valiosas, y que las nuevas generaciones merecían conocerlas y decidir con cuáles trabajar.
Durante varios años formamos un grupo de supervisión que se reunía en la sede de la Apch, El pensar y dar nuestras opiniones de una manera libre y creativa, en un ambiente de equidad nos convenció de la necesidad de crear un espacio propio, de pensamiento amplio y de respeto mutuo. Por supuesto que también nos preguntamos: ¿seremos capaces de dar el salto y crear algo distinto, algo más en sintonía con lo que pensábamos?
En este trayecto, los Sponsors que la IPA nos envió fueron un apoyo enorme. Sentimos que no estábamos solos en este proceso. Para nosotros era importante seguir afiliados a la IPA, porque valoramos su solidez y el prestigio de pertenecer a esa comunidad. Tener ese respaldo nos dio tranquilidad y, al mismo tiempo, la confianza para empezar algo propio.
Con el tiempo, las diferencias entre ambas instituciones se hicieron más claras. No sólo se trata de tener un currículo más amplio, que incluye y valida distintas escuelas psicoanalíticas, sino también de un clima distinto: menos autoritario, menos jerárquico, con relaciones más simétricas entre miembros y alumnos. Esa manera de estar juntos, más horizontal y abierta, para mí es una de las grandes conquistas de Apsan.
4.-¿Qué diferencias observas entre el psicoanálisis de hace 30 años y el que se practica hoy?
Aunque hay muchas diferencias entre el psicoanálisis de hace 30 años y el de hoy, creo que hay algunas constantes que tiene que ver con el respeto al encuadre, a la idiosincrasia del paciente, al cuidado de la relación, a considerar la transferencia-contratransferencia como aspectos esenciales del proceso analítico. Esto en relación a la técnica.
En cuanto a la teoría los cambios han sido sustanciales. Hace treinta años los pilares de la formación eran Freud y M. Klein. Junto con ellos leíamos a Hanna Segal, Herbert Rosenfeld, y otros posts Kleinianos como Wilfred Bion, Betty Joseph, (con quien tuve la suerte de supervisar en dos ocasiones), Donald Meltzer, Ronald Britton, Elizabeth Spillius, etc. Un gran énfasis era la fantasía inconsciente y cómo ésta influye en nuestra relación con los demás y con uno mismo. La realidad externa era poco relevante ya que estaba teñida de nuestra fantasía.
De la Psicología del yo, estudiamos algo de Anna Freud, Joseph, Sandler y Anne Marie Sandler, (con quien también supervisé en dos ocasiones).
Los autores relacionales no estaban en el Programa y algunos alumnos por su cuenta, formaron grupos de estudio para aprender de estas teorías y sus exponentes, como Mitchell, Ogden, Benjamin, Bromberg, Stolorow.
Creo que algunos cambios tienen que ver, por ejemplo: con tomar las actuaciones como aspectos constantes e iluminadores del proceso analítico que deben ser abordados y elaborados en conjunto por el analista y paciente. Hay un cambio en cuanto a la legitimidad que se le concede a las vivencias del paciente, en una hermenéutica de la confianza, como dice Donna Orange y no de la sospecha.
Pasamos de “estudiar al paciente” a estudiar la relación entre el paciente y el analista y viceversa. La exploración del inconsciente se realiza con el paciente. Tal vez hoy la visión del trabajo psicoanalítico, desde el punto de vista de la teoría y la técnica es mucho más complejo.
Hoy también se plantea que la interpretación y el proceso mismo es una creación conjunta del paciente y del analista. Este ya no es el poseedor de la verdad intrapsíquica del paciente, más bien este es ayudado por el Analista a descubrir un saber de si mismo que por distintos mecanismos este ha negado o reprimido en su inconsciente.
5.-¿Cómo han cambiado los pacientes que consultan? ¿Qué problemáticas predominan hoy? ¿Qué permanece como núcleo común del sufrimiento?
Hoy existen más dificultades para que alguien esté dispuesto a analizarse (económicas, métodos sugestivos más rápidos, la fugacidad de las experiencias buscadas). Creo, sin embargo, que más allá de aspectos de la realidad externa, (personas que sí podrían pagar un análisis) las dificultades mayores para aceptar tratarse tres o cuatro veces por semana tienen una dimensión intrapsíquica en especial el miedo a la dependencia, conectado con vicisitudes de la relación temprana que hoy es en general más breve que antaño. Si el objeto puede desaparecer en cualquier momento hay un peligro en investir en él, “quiero tener yo todo el control sobre mí mismo.” Hoy hay menos tolerancia a las frustraciones que impone la realidad y hay una tendencia a mantener como en la infancia el deseo de gratificación inmediata.
Hoy el malestar, las ansiedades difusas, los sentimientos de vacío adoptan nuevas formas, marcadas por la rapidez y la soledad de la vida contemporánea. Pero en el fondo persiste lo mismo: dolor por la pérdida, el temor a depender, la angustia frente a la finitud. Cambian los rostros y los lenguajes del dolor, no su raíz. Es en estos espacios donde el psicoanálisis ofrece la posibilidad de recobrar sentido y vitalidad.
Sí creo, que hoy ocupa un lugar esencial la experiencia o las experiencias traumáticas, como causal de mucho del dolor mental. Ya no es sólo el conflicto intrapsíquico el que se analiza y elabora, sino el lugar que ocupa la violencia en la estructuración de la mente, que, como consecuencia del abuso sexual, psicológico o físico, fragmenta el psiquismo. No quiero dejar de mencionar a Ferenczi como precursor de esta mirada que hoy tiene amplia aceptación.
6.- En tu experiencia, ¿cómo ha cambiado la formación del analista? ¿Qué elementos consideras imprescindibles hoy y cuales crees que ya no funcionan como antes?
La formación del analista sigue sosteniéndose en los tres pilares que acompañan al psicoanálisis desde sus inicios: el análisis personal, la supervisión y el estudio de la teoría. Estos ejes se mantienen vigentes, aunque con matices y transformaciones propias de nuestra época.
Hoy puede ser necesario utilizar parámetros para enfrentar la variedad de pacientes que consultan y que nos llevan a flexibilizar nuestra técnica habitual.
Creo que hoy la relación analítica es más simétrica, como dije antes, no es el analista poseedor del saber y el paciente el que incorpora ese saber. Más bien, es un proceso en que ambos crecen en su autoconocimiento. Hoy el analista está más abierto a ser visto como un objeto real, aunque inevitablemente tienda a ser idealizado.
7.-¿Cómo entiendes la transmisión del psicoanálisis hoy? ¿Qué lugar tiene la experiencia, la palabra viva frente al saber académico o técnico?
Si bien la teoría es indispensable, sin el análisis personal no se está realmente preparado para analizar a otros. Ser analista implica, ante todo, atravesar un proceso experiencial profundo: la teoría por sí sola resulta insuficiente, sería un aprender intelectual. En el análisis personal la experiencia viva de la transferencia —el revivir la historia temprana, reescribirla a la luz del encuentro con otro— nos enfrenta a la vulnerabilidad del sí mismo, a aquello más humano y verdadero que nos constituye.
La teoría psicoanalítica puede aprenderse a través de libros y seminarios; en cambio, la experiencia analítica sólo se alcanza en el trabajo personal, en la vivencia del vínculo con otro, en el establecer un buen contacto con uno mismo y en el mejorar nuestro contacto con los demás, en el asumir responsabilidad de uno mismo, en la reconciliación con la propia fragilidad, en integrar aspectos disociados. Estos son algunos aspectos en los que puede ayudarnos un análisis personal.
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8.- ¿Qué desafíos y motivaciones tienes para seguir analizando en el presente? ¿Que sigue sosteniendo tu deseo como analista?
Esta pregunta me sorprende un poco, en el sentido de que a esta altura de la vida ¿deberían haber disminuido mis deseos y motivaciones para seguir analizando? Pues eso no ha ocurrido, por el contrario. Sigo pensando que el ser analista es una experiencia transformadora que ha significado mucho en mi vida y probablemente en la vida de muchos de los pacientes que he tenido.
Ahora, por aspectos de realidad ya no debo tomar nuevos pacientes en análisis y esto es una renuncia difícil. Pero sigo pensando que la experiencia analítica es única e invaluable. Aunque sigo tomando pacientes con menor frecuencia, creo que son procesos distintos para trabajar la transferencia-contratransferencia, para acceder a dimensiones más inconscientes del psiquismo, para consolidar las relaciones humanas. Por lo tanto, mi confianza en el método psicoanalítico sigue siendo muy fuerte especialmente en lo que se refiere al vínculo que se establece, en la profundidad que se puede lograr, en el descubrimiento de la verdad acerca de uno mismo, en la mayor integración de la personalidad, en la mayor aceptación de las propias fallas y debilidades, etc. El Psicoanálisis es una inversión para la vida.
9.- ¿Qué le dirías a los nuevos analistas que están en formación hoy? ¿Qué consejo o deseo te gustaría transmitirles?
Les diría que perseveren a pesar del esfuerzo y costo que implica ser analista. Que no crean que porque se titularon ya están listos, en esta profesión no se termina nunca de aprender, y descubrir; que sean humildes y que acepten sus fallos y limitaciones, el narcisismo no ayuda a ser un buen analista y que hay que hacer el duelo de que en este proceso uno no es el protagonista. El protagonista es el paciente, y aunque la idealización es inherente a la experiencia analítica, no podemos olvidar que somos objeto de transferencias tempranas y que son estos los fundamentos en la vida de todo sujeto.
Les diría a los analistas jóvenes que es preferible dejar que el propio paciente tome contacto afectivo con su necesidad y una vez que tenga más confianza en el analista y en el proceso sea él quien pida tener más sesiones.
Les diría a los que se están formando que no dejen de supervisar, aunque hayan terminado la formación, que como dije antes, nunca se termina; que ojalá tengan análisis prolongados que permita que aparezca lo más rechazado de uno mismo (la hostilidad, la envidia, el rechazo, la destructividad, en fin); que ojalá logren tener una experiencia vital tanto en el propio análisis, como en el trabajo con sus pacientes.
10.-Para cerrar: si tuvieras que condensar tu experiencia en una frase, ¿cuál elegirías?
Lo que señalé en el punto 8:
El Psicoanálisis es una inversión para una mejor vida.


