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Imágenes nucleares – Oscar Hahn

La reciente invasión de Rusia a Ucrania; específicamente la tensión mundial que –dada la poderosa tecnología bélica del país invasor– creó esta, volvió a dibujar sobre la línea de nuestro horizonte mental la siniestra imagen del hongo atómico, esa que, desde 1945, de cuando en cuando, viene a la memoria para recordarnos de que la posibilidad del apocalipsis que tempranamente advirtieron los textos sagrados no desaparecerá mientras exista el ser humano sobre la faz de la tierra.


El anuncio apocalíptico abre la idea de la muerte universal: la definitiva y más desoladora idea que se pueda tener de la muerte. Si la muerte individual, como señaló Freud, es la experiencia –dado que no se puede retornar desde ella– imposible de representar, la muerte de la humanidad, o de una parte de esta, se ubica en el punto más extremo de esta imposibilidad. Oscar Hahn (Iquique, Chile, 1938 - ), probablemente uno de los poetas que más se ha obsesionado con el asunto de la muerte (Esta rosa negra, Arte de morir, Apariciones profanas), cuenta con un específico poemario (Imágenes nucleares, 1983) donde aborda la amenaza cataclísmica que nace con la “carrera armamenticia”. Se trata de un libro breve (de solo seis poemas) en el que Hahn, situado en la inmediatez de la escena, parte, a través de los tres primeros poemas, describiendo una serie de atemorizantes visiones –mezcla de crudeza barbárica (“bestezuelas de piel hundida con sus mandíbulas batientes y golpeantes”) con urbana (“vimos a los dentistas nucleares blandir sus alicates de uranio”)– con las que va tentativamente encaminándose hacia al cuarto poema: “444 Visión de Hiroshima”: la eruptiva cima de la cual parece lánguidamente descender la belleza de sus dos últimos poemas. Este poema recrea, como deja ver explícitamente su título, el fatídico acontecimiento con el que implacablemente se cierra el período de la segunda guerra mundial: “Ojo con el ojo numeroso de la bomba / que se desata bajo el hongo vivo”. Jugando con la composición química del artefacto atómico, Hahn construye un panorama pirotécnicamente infernal: “Los ancianos huían decapitados por el fuego / encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos / decapitados por el fuego”, en donde las diversas figuras del incinerado paisaje van, una a una, fosilizándose bajo el esmalte metálico que va dejando el material radioactivo: “Los amantes sorprendidos en la copula / petrificados por el magnesium del infierno / los amantes inmóviles en la vía pública / y la mujer de Lot / convertida en columna de uranio”.


Pienso que, dada la pugna que se vive en Europa del este, este escueto conjunto de poemas, publicados hace 40 años, asume la imperecedera actualidad que resuena en la categórica sentencia del “eterno retorno de lo mismo”; la noción con la que Nietzsche, desde una postura de contrailustración, desnuda la ilusión de ‘progreso’ implícita en la concepción moderna del tiempo.



Andrés Correa

Psicoanalista Apsan


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